Ultimamente me he detenido a pensar si la violencia se limita sólo a la acción de empuñar un arma porque creo que hay actos en los que se puede cuestionar el transfondo violento que los motiva. Le he dado miles de vueltas en mi cabeza a este razonamiento y he llegado finalmente a una conclusión: NO ES ASÍ. En muchas situacioes no es más violento quien empuña una arma, es en mucho más agresivo alguien que con gestos y acciones maledicentes te agrede.
No exculpo a los armados, pues estos procazmante infieren el mal.
Mi raciocinio se limita a la similitud entre el armado o con el agresivo gestual: El primero se te acerca con un arma y directamente te dice que quiere y, aunque no te conozca, te infiere el mal. El segundo, no empuña un arma, viene "armado" de gestos o acciones hipócritas que para él resultan normales. Este hecho, impredecible en su proceder, regularmente no lo percibes pues lo camufla con lisonjeos y adulaciones, que en definitiva suelen causar cicatrices imperecederas, marcas indelebles muchaas veces más difícles de curar que la herida física que te dejaría un arma.
Una mirada inescrutable, un ceño fruncido, unos labios apretados con fuerzas incapaces de saludar o de pronunciar un "¡ hola, buenos días !", o el simple hecho de enviar a una persona para el lado contrario de la dirección por las que nos averigua, resulta para mi criterio un acto mucho más violento.
Estas acciones que a ojos de sus hacedores, no es violenta, a mis ojos tienen un gran matiz de violencia y odio recalcitrante, de rabia contenida.
Estoy seguro de que muchos de mis conciudadanos no suelen llevarse al transeúnte con el coche del bebé, o de agredir con el hombro a aquella persona que viene enfrente para no cederle el paso. Estoy seguro de que al subir al autobús o al metro no parece una competencia de quién puede subir más rápido. Estoy atónito observando a personas mayores, aquellas que se desplazan apoyadaas en un bastón, como se empujan entre sí y se llevan por delante a todo ser viviente que se cruce en su camino con tal de subir primeros al autobús. He asistido avergonzado a escenas, en metros y autobuses de Barcelona, como mujeres y niños, inmigrantes, propios o extraños, quedan expuestos a todo tipo de improperios. Improperios de los que difícilmente se pueden liberar, pues nada se puede comparar a una agresión verbal de la que sólo te puedes defender abandonando el recinto en el que te hallas en esos momentos.
SI NO ESTAS AL MISMO NIVEL ES MEJOR CALLAR.
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